Encanto Efímero

En el oscuro rincón de la taberna, Unar escuchaba las palabras que prometían un mundo de amor eterno. El desconocido poeta, con sus versos perfumados de promesas y sueños, parecía tejer un manto de ilusión a su alrededor. Sus palabras, suaves como seda y dulces como miel, envolvían el corazón de Unar en una danza embriagadora.

Pero mientras la noche avanzaba y las palabras del poeta fluían como un río de encantamiento, Unar comenzó a notar grietas en el disfraz de romanticismo. Los gestos vacíos, las miradas esquivas, las pausas incómodas entre sus promesas huecas. Las palabras brillaban con la luz de las estrellas, pero las acciones quedaban ocultas en las sombras.

Finalmente, cuando el amanecer asomaba tímidamente por la ventana sucia de la taberna, Unar vio la verdad desnuda frente a ella. Las palabras del poeta se desvanecieron como humo en el aire, dejando al descubierto la frialdad de su corazón y la falsedad de sus promesas.

En ese momento, Unar comprendió una valiosa lección: no te fíes ciegamente de las palabras ajenas, incluso si suenan románticas o poéticas. Lo verdaderamente relevante son las acciones y actitudes que respaldan esas palabras. Y así, con el amanecer como testigo silencioso, Unar abandonó la taberna con el peso de la experiencia en su corazón, sabiendo que la verdadera belleza reside en las acciones, no en las palabras vacías.

Nurchy Barri

26/05/2024