En el espejo de la vida, Unar buscaba reflejos que le sonrieran o fruncieran el ceño, creyendo que cada gesto era un juicio a su ser. Pero un día, el espejo se empañó, y las figuras se volvieron borrosas. Sin rostros claros que lo miraran, Unar se vio obligado a mirar dentro de sí.
Las voces del mundo se silenciaron, y en el eco de su alma, encontró una verdad simple, pero profunda: nadie estaba allí para complacerlo o desagradarlo. Eran espejismos de su necesidad de aprobación.
Aprendió a observar las olas de su corazón en las interacciones diarias, cada persona, un maestro en el arte de ser. Unar ya no buscaba sonrisas de confirmación ni frunces de rechazo; buscaba la sabiduría en cada encuentro, el reflejo de su crecimiento en cada espejo humano.
Y así, paso a paso, se convirtió en el artífice de su paz, un observador sereno en un mundo de espejos.
Difunde17CompartidosROMPIENDO CADENAS (12 Pasos de un Caminante) En un pequeño pueblo, donde las miradas de los demás tejían la realidad, vivía Unar. …