Estas preguntas nos llevan a examinar de cerca las tendencias religiosas, políticas y culturales que han dominado nuestro entorno familiar, así como la influencia de nuestros progenitores en la formación de nuestra estructura de valores y creencias.

Sin embargo, el autoanálisis no se detiene en el pasado; se extiende hacia el presente, donde enfrentamos la realidad de nuestras fluctuaciones mentales y emocionales. ¿Cuántas veces hemos cambiado nuestra forma de pensar y percibir el mundo en función de nuestro entorno social y emocional? ¿Somos realmente quienes creemos ser, o nuestras emociones nos moldean a su antojo?

Este viaje hacia el interior no es un camino fácil. Nos enfrentamos a síntomas diversos que pueden obstaculizar nuestro progreso: desgano, olvido, enojo, incluso depresión. Estos síntomas son indicadores del combate interno entre nuestra voluntad de autodescubrimiento y las resistencias profundamente arraigadas de nuestro genoma 3D, ese aspecto de nuestra naturaleza que busca mantenernos atrapados en viejos patrones y creencias limitantes.

Para avanzar en este viaje de autoexploración, es crucial mantener una actitud de apertura y aceptación hacia uno mismo. No se trata de victimizarnos por nuestras experiencias pasadas, sino de comprender cómo han contribuido a nuestra formación y cómo podemos liberarnos de las cadenas del pasado para abrazar plenamente nuestro potencial humano.