Qué difícil es afinar el canal de una comunicación honesta y sana…
Es un esfuerzo enorme de avances y retrocesos. Mi reflexión de hoy es que en nombre de mi libertad a expresarme; nunca he de invadir el terreno de los otros, es decir, su capacidad y su permiso para recibirme en su espacio interior, abanderando libertades.
Callo mucho para no caer en una libertad invasiva… Pero fallo muchas veces. También digo que cuando no hace falta ofrecer tantas explicaciones, porque coincidimos ya no por las palabras; esto es algo verdaderamente grato, quisiera y espero rodearme cada vez más y más de personas con esta sincronía.
Observar, observar, observar… Al mismo tiempo, sintiendo, sintiendo, sintiendo. No hace falta correr para decir las primeras palabras, tampoco es necesario cerrar puntualizando criterios personales. No va de quien habla más y mejor, ni de quien tiene o no tiene razón. No va de dar indicaciones, ni de esperar o forzar respuestas. Tampoco de salir favorecidos, aprobados, más queridos…
A veces pienso que debo tener una cara de tonta mientras escucho a algunas personas. Me quedo por segundos sin oír sus palabras, intentando sentirles, alguna vez el pecho se abre como uno de esos focos de un gran estadio. Aunque suene pretencioso decirlo, puede que en algún momento perciba yo más de esa persona que lo que ella percibe de sí misma.
La he liado bastantes veces, precipitándome a expresar lo que el otro no está en condiciones de oír, no es su momento, ni contexto. Entonces callar también es saber comunicar y acompañar comprensivamente desde nuestro corazón. Cuando no sabemos hacerlo, podemos deteriorar una posible y maravillosa relación. La verdad yo me esfuerzo por aprender esto, hasta hacer de ello una actitud natural.