Me ha tocado reinventarme… Sí, literalmente ha sido así; por fortuna lo he hecho a partir de una reflexión consciente, “viajando hacia ese pasado” que en algún momento me generaba dolor. Pero que tuve que aprender a observar desde la comprensión, para así entender el porqué de tantísimas vivencias, circunstancias adversas, limitantes, desafortunadas, carentes de afecto, viciadas de soledad.
Todo aquel pasado y sus circunstancias forjaron mi carácter; mi forma de observar y percibir la vida, mi manera de interactuar con el medio, con las personas. Tuve que hacer un recorrido de regreso hacia ese pasado para rescatar lo positivo, para recuperar lo mejor y entender lo peor.
Me hice con un legado sobre el cual pude reconstruirme, era pequeño, era escaso; pero era algo. Si nos atrevemos, si nos esforzamos en encontrar esas partículas, esos trozos de recuerdos, de circunstancias, de entregas de otras personas que pasaron desapercibidos, porque la tendencia del ser humano suele ser enfocarnos en lo negativo, en las carencias…
Lo negativo y limitante puede ser mucho, nuestro recuerdo puede estar espeso y atragantado de dichas vivencias indigestas, desagradables, tristes… La mente humana está estructurada para ver más ese lado oscuro, y aunque el otro, el positivo, pueda ser abundante y equilibrado con el negativo; aún así, es posible que en el futuro quedemos anclados en las vivencias negativas.
Me he tenido que reinventar a partir del rescate de ciertos aspectos positivos que quedaron sepultados por toda la negatividad. He viajado a ese pasado para ser consciente de ciertos legados; por eso el énfasis de este relato quiero ponerlo en un aporte de mi padre. El era una persona que leía muchísimo; así que en mi casa a lo mejor carecíamos de bastantes cosas materiales, pero siempre había libros.
Crecí con un padre lector que con su ejemplo me invitaba y me motivaba a mi hacer lo mismo, por eso soy una lectora. Desde que comencé a leer de forma comprensiva, eso fue sobre los ocho años más o menos.
Los libros me acercaban a otras fronteras, otras posibilidades, otros formatos de vida, distintos a los de mi entorno y familia. Otras culturas y formas sociales a los que yo jamás habría podido acceder materialmente; pero que sí podía hacerlo a través de la lectura.
Así que fue mi padre quién me brindó esa posibilidad; no diciéndome que lo hiciese, si no a través de su ejemplo, porque recuerdo a mi padre leyendo siempre en sus ratos libres; libros que una vez el leía yo corría apresurada a leerlos después.
Siempre sentí en una parte de mí cuando veía a mi padre leer, que yo tenía que hacerlo también; y esa intuición, esa percepción era real. ¿Por qué? Porque ha sido a través de los libros como pude en esos momentos nutrir mi mundo.
He conocido otras realidades imposibles de poder acceder a ellas por otros medios. Por eso desde mi propia experiencia me atrevo a recomendar lecturas; porque “he surfeado la vida”. Y con surfear me refiero a que he navegado “inmensas y peligrosas olas” y por olas me refiero a circunstancias adversas, bastante fuertes y negativas, pero las he sufrido «montada en un libro», ha sido un libro, el indicado en cada momento lo que me ha ayudado a superar muchísimos aspectos de mi vida.