Si el ego es un software tenaz, una máquina que no sabe callar, es la mente quien lo deja girar, un engranaje que nunca descansa, un eco que en el ruido se lanza.
Pero yo no soy esa voz que se inquieta, no soy el cerebro que todo interpreta. No soy la que piensa, ni la que murmura, soy quien observa con calma y ternura, un ser que habita en la luz más pura.
El ego corre, incansable y veloz, teje sus miedos con su propia voz. Yo me aparto y miro su juego, veo el teatro del falso fuego, y en el silencio, mi esencia entrego.
Soy la mirada que todo comprende, el ser que en lo eterno se enciende. Más allá del ruido y del pensamiento, soy el testigo, el soplo, el momento, la verdad que vive en cada fragmento.
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