Allí estaban todos ellos,
disfrutando de la orgía de sus egos;
uno le prestaba a otros la envidia,
y los otros a su vez les cedían la lujuria,
cada cual fumaba un rato la mente de cada uno.
El licor elaborado de conversaciones miserables
y embriagados de siniestras intenciones,
emanando sus humos hacia el prójimo ignorante.
Acudí a una reunión de delincuentes mentales,
a la cual todos somos invitados cada día.
¿Cuándo nos liberaremos de nuestras propias mentes?
-Nurchy Barri. 1992-